SíNDROME DEL CUIDADOR
Cuando una persona se encuentra en una situación de dependencia que le dificulta o imposibilita la realización de las actividades básicas de la vida diaria (aseo, alimentación vestido, etc…) necesitará la ayuda de alguien para desempeñar estas actividades y poder seguir manteniendo su calidad de vida de forma óptima. Esta persona es a la que conocemos como cuidador.
El cuidador es generalmente un familiar cercano, en su gran mayoría mujeres, aunque existen cada vez más personas de que se dedican a esta labor de forma profesional y que, habiendo recibido una formación adecuada, pueden atender las necesidades de la persona dependiente de una forma que en ocasiones los familiares no pueden ofrecer.
Las funciones del cuidador son algo que no podemos definir en el tiempo. Puede tratarse de una situación puntual, como una enfermedad temporal o un accidente, o pueden extenderse de forma indefinida, tal es el caso de personas mayores dependientes, enfermedades degenerativas, etc. Así mismo variarán en función del nivel de dependencia de la persona que recibe los cuidados.
Proporcionar los cuidados necesarios a una persona dependiente no siempre es tarea fácil, por eso muchos cuidadores se ven sometidos a un desgaste físico y emocional que los puede llevar a padecer el “síndrome del cuidador”.
¿Qué es el síndrome del cuidador?
El síndrome del cuidador o síndrome del cuidador quemado (Burn Out en inglés) se define como un estado de agotamiento físico, emocional y mental producido por cuidar a una persona dependiente durante un extenso periodo de tiempo. Puede aparecer con mayor facilidad cuando existe un alto grado de implicación emocional, por ejemplo cuando existe un vínculo familiar entre el cuidador y persona cuidada. El estrés al que el cuidador o cuidadora se ve sometido al encontrarse en una situación para la que no está preparado adecuadamente, que se prolonga durante un largo periodo de tiempo y a la que tiene que enfrentarse en muchas ocasiones sin ayuda externa (único cuidador), puede agotar todas sus reservas físicas y mentales y desequilibrar muchos aspectos de su vida.
El término “síndrome del cuidador” lo utilizó por primera vez en 1974 el psicólogo estadounidense Herbert Freudenberger para definir el estado en el que se encontraban un grupo de voluntarios después de un año de dedicarse a cuidar a personas toxicómanas. La mayoría de estos cuidadores se encontraban agotados, irritables e incluso llegaron a sentir desprecio hacia las personas que cuidaban.
Más tarde, en 1976, Christina Maslach lo dió a conocer en el Congreso anual de la Asociación Americana de Psicólogos (APA) como un “síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal que puede ocurrir entre individuos cuyo trabajo implica atención o ayuda a personas.”“
Los síntomas que nos indican que alguien puede estar sufriendo este síndrome son múltiples y causan efectos negativos a nivel físico, psicológico y social en el cuidador.
- Efectos físicos:
-Fatiga y cansancio continuos.
-Insomnio nocturno y somnolencia excesiva durante el día
-Abuso de tranquilizantes o medicamentos para dormir aun sin prescripción médica.
-Cambios en el apetito: aumento o disminución.
-Aumento del consumo de sustancias como la cafeína, tabaco o alcohol
-Dolores musculares, trastornos digestivos, cefaleas, trastornos del sistema inmunológico…
-Abandono de su imagen personal.
- Efectos psicológicos:
-Dificultad para concentrarse, fallos de memoria.
-Sentimientos de culpa por creer que no se proporcionan los cuidados adecuados a la persona dependiente.
-Irritabilidad, cambios de humor y de estado de ánimo
-Sentimientos de tristeza y desesperanza, ansiedad, depresión.
-Sentimientos y actitudes negativos hacia la persona dependiente
- Efectos sociales:
-Aislamiento social y familiar. Abandono de amistades
-Pérdida de interés por las actividades que antes se disfrutaban.
-Problemas en la relación de pareja y demás relaciones familiares.
Es posible medir el grado de sobrecarga que padece un cuidador y poder determinar si está sufriendo este síndrome. Para ello existen varias escalas o tests, una de las más utilizadas es la escala de Zarit. Consta de 22 preguntas que se puntúan del 0 al 4 en función del grado en el que nos sintamos identificados con cada una de ellas. La puntuación máxima es de 88 y se considera que una puntuación inferior a 46 es “no sobrecarga” mientras que si es mayor de 56 se trata de “sobrecarga intensa.”
Repercusiones negativas en la persona dependiente (persona cuidada)
Las consecuencias del síndrome del cuidador no afectarán únicamente al cuidador sino que también pueden repercutir en la persona que recibe sus cuidados.
El agotamiento físico y mental que padece el cuidador puede derivar a la larga en un deterioro de la calidad de los cuidados que ofrece, produciéndose deficiencias en aspectos como la higiene, vestido alimentación…
Como ya hemos visto, también aparecen pensamientos y actitudes negativas y de rechazo hacia la persona dependiente, lo cual le puede generar sentimientos de culpa y tristeza al sentirse como “una carga” para el cuidador. Cuidador y persona cuidada se distancian emocionalmente.
¿Cómo atenuar sus efectos?
Es posible no llegar a sufrir el síndrome del cuidador quemado o paliar sus efectos siguiendo una serie de consejos y recomendaciones que nos ayudarán si nos encontramos en esta situación.
-Informarse bien de todos los cuidados que necesita la persona dependiente. Para ello podemos consultar a su médico.
-Cuidarnos a nosotros mismos evitando la automedicación, descansando lo necesario o realizando algo de ejercicio y acudiendo al médico ante cualquier signo de alarma en la salud (problemas digestivos, cefaleas…)
-Buscar ayuda externa, delegar parte de las tareas del cuidado en otras personas (profesionales u otros familiares), evitando el sentimiento de culpa por “abandonar” a la persona dependiente.
-Cuidar la imagen personal producirá beneficios psicológicos.
-Dedicar un tiempo solo para nosotros, disfrutar de nuestras aficiones y reuniones con amigos.
-Exteriorizar los sentimientos. Hablar con alguien de confianza cuando nos sentimos mal nos ayudará a sobrellevar mucho mejor los problemas.
-Fomentar la autonomía de la persona dependiente en la medida de lo posible.
Cuidar de alguien que necesita nuestra ayuda puede ser una labor difícil pero hemos de recordar la importancia de cuidarnos a nosotros mismos también. Así, conseguiremos que además sea gratificante y beneficiarnos tanto nosotros, como la persona que cuidamos.
Para cuidar hay que cuidarse.
Cristina Ruiz Heras
Enfermera en Residencia de Personas Mayores. Experta en geriatría.